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09 February 2023

Un tranquilo lugar del Mediterráneo. 27 de agosto de 2021. Son las 10:30 y apenas se superan los 23 grados aún. Parece una jornada de playa como cualquier otra: el chiringuito está a punto de servir sus primeras cañas, la crema embadurna cuerpos enrojecidos incluso por debajo de la ropa y las sombrillas comienzan a copar el litoral. Son los últimos días del verano y, claro, hay que apurar hasta el último aliento. Sin embargo, nadie se espera lo que está a punto de ocurrir. De repente, un leve movimiento desmorona el castillo que los niños empezaban a construir en la arena. Casi nadie le presta atención. Habrá sido el agua. Pero lo que, en principio, aparentaba ser algo inofensivo, continúa todavía con más fuerza. Y, entonces, los gritos se imponen al sonido de las olas. La gente corre. Y las piedras de las montañas aledañas caen como témpanos de hielo. Un terremoto de magnitud considerable ha acabado con las vacaciones de decenas de turistas en cuestión de segundos. Es extraño, pues aquí jamás se ha registrado ninguna actividad sísmica. A los pocos minutos, todo vuelve a la calma. Aunque en la cabeza de los afectados sólo ronda una idea: ha sido intencionado. Y así es. La situación aquí presentada es ficticia. No ha ocurrido. Al menos, de manera probada. ¿Es posible modificar el clima para provocar efectos como éste? Suena a ciencia ficción, pero hay quien defiende que sí. De hecho, la máquina capaz de lograrlo existe. Se trata de HAARP (Programa de Investigación de Aurora Activa de Alta Frecuencia), un polémico proyecto que, cada cierto tiempo, vuelve a convertirse en tendencia por los intermitentes enfrentamientos entre Irán y Estados Unidos. “Saltó del papel a la realidad en los años 80 y, desde entonces, numerosas personas aseguran que se trata de un arma de guerra suficiente para provocar distintos desastres naturales”, subraya Pablo López, ingeniero energético. ¿Qué hay de verdad en ello? Su propósito inicial era sencillo: examinar los procesos que ocurren en la ionosfera bajo la influencia solar para mejorar las comunicaciones submarinas, realizar controles cartográficos de zonas remotas o localizar estructuras de complejos subterráneos.

Para ello, se tomó de base un análisis similar llamado ROTHR (Radar Relocalizable sobre el Horizonte). Éste tenía como meta detectar movimientos más allá del horizonte ya que, debido a la curvatura del planeta, los aparatos convencionales no podían hallar puntos que se escondiesen tras este límite. Así, utilizaban esta termosfera como un espejo que reflejase impulsos electromagnéticos que, de otra forma, nunca alcanzarían el otro lado. “Este experimento se destinó, sobre todo, a identificar misiles y aviones durante la Guerra Fría. ¿Por qué esta capa de la atmósfera? Sencillamente porque, gracias a su permanente fotoionización, pueden enviarse señales de radio al cielo para que éstas reboten y puedan viajar largas distancias por el globo terráqueo. Eso es lo que explica, por ejemplo, que podamos hablar con alguien que se encuentra a 7.000 kilómetros de distancia”, añade López. En el caso de HAARP, el objetivo es muy parecido: mandar enormes cantidades de energía para distorsionar el alto cielo y así poder desviar aviones, provocar lluvias radioactivas, condicionar las transmisiones, aumentar las concentraciones de ozono… incluso, existen voces que apuntan a la posibilidad de manipular el cerebro humano.El medio para conseguirlo son 180 antenas situadas en Gakona (Alaska) que funcionan como un solo proyectil capaz de emitir mil millones de ondas de radio de alta frecuencia al mencionado estrato. Una vez dentro, interactúan con los llamados electrojets aureales, un conjunto de componentes que generan electricidad y flotan sobre La Tierra. De tal modo que, cuando se deposita dicha potencia sobre ellos, se puede modificar el medio, la corriente y los vientos que se localizan en los mismos. Este es el motivo por el que, durante una tormenta, se cortan los suministros eléctricos o se alteran las conexiones telefónicas. Ahora bien, de ahí a que se pueda modificar el tiempo hay un trecho. Esta es la versión oficial del ensayo liderado por La Marina y las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos. No obstante, hay quienes defienden que detrás de él se esconden otros intereses.

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